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La conducta de persecución en perros: una experiencia intrínsecamente gratificante

    ¿Por qué perseguir es tan placentero para los perros?

    La conducta de persecución en los perros —ya sea correr detrás de una pelota, un ciclista, una presa o incluso una hoja movida por el viento— no es solo un comportamiento instintivo. Es una acción que, en sí misma, resulta altamente gratificante. Este fenómeno se conoce como refuerzo intrínseco: el acto de perseguir genera placer, incluso sin una recompensa externa asociada.

    Perseguir como necesidad biológica: neurobiología del refuerzo

    Desde una perspectiva neurobiológica, la conducta de persecución activa los circuitos de recompensa del cerebro, principalmente los sistemas dopaminérgicos. La dopamina, neurotransmisor clave en la motivación y el placer, se libera en grandes cantidades durante actividades que están asociadas a la supervivencia, como la caza o la exploración activa del entorno.

    Estudios en neuroetología (Berridge & Robinson, 1998; Panksepp, 2004) muestran que la anticipación de una recompensa —como alcanzar una presa— genera un pico de dopamina incluso antes del resultado final. Esto significa que el proceso de persecución ya es en sí mismo placentero, sin necesidad de “capturar” un objetivo. En perros con un alto impulso de presa (prey drive), como border collies, podencos o malinois, esta vía está particularmente sensibilizada.

    Circuito cortico-Eestriatal

    Las conexiones entre la corteza prefrontal y el cuerpo estriado coordinan la planificación motora y la toma de decisiones durante la secuencia de caza, optimizando la eficiencia del comportamiento predatorio.

    Activación del sistema nervioso simpático

    La persecución estimula la liberación de adrenalina y noradrenalina, generando un estado de alerta y excitación que mejora el rendimiento físico y cognitivo del animal.

    Características del refuerzo intrínseco

    El comportamiento de persecución es intrínsecamente reforzante, lo que significa que:

    • Autorrecompensa: la ejecución del comportamiento es su propia recompensa
    • Independencia externa: no requiere refuerzos adicionales del entorno
    • Sostenibilidad: se mantiene sin intervención externa
    • Intensidad: genera mayor satisfacción que muchos refuerzos artificiales

    La persecución como conducta predatoria fragmentada

    El comportamiento de persecución forma parte de la secuencia predatoria descrita por Lorenz (1950) y más tarde desglosada por Coppinger y Coppinger (2001): búsqueda → acecho → persecución → captura → muerte → consumo. A través del proceso de domesticación, muchas razas han conservado algunos eslabones de esta secuencia, mientras que otros se han atenuado o eliminado.

    Por ejemplo, en perros de pastoreo como el border collie, la secuencia llega hasta el acecho y la persecución, pero no culmina en la agresión o consumo. Esta fragmentación es el resultado de una selección genética específica, pero la motivación neurológica sigue siendo poderosa.

    Características del instinto de presa

    • Activación automática: se desencadena por estímulos visuales específicos
    • Secuencia estereotipada: sigue patrones conductuales predecibles
    • Variabilidad racial: intensidad diferente según la genética de cada raza
    • Independencia del hambre: no requiere motivación alimentaria para manifestarse

    Variabilidad racial en el instinto de presa

    Razas con alto instinto de presa

    Ciertas razas han sido seleccionadas genéticamente para potenciar el comportamiento de persecución:

    Border Collie, Pastor Australiano y razas de pastoreo

    • Función original: Control del movimiento del ganado.
    • Conducta seleccionada: Fuerte fijación visual, acecho, persecución sin contacto físico.
    • Particularidad: Tienen un impulso de presa fragmentado (no muerden, pero sí persiguen intensamente).
    • Neurobiología asociada: Alta sensibilidad a señales visuales y movimiento, con fuerte activación dopaminérgica anticipatoria.

    Galgo, Whippet, Podenco y otros lebreles

    • Función original: Caza de presas rápidas a campo abierto (liebres, ciervos).
    • Conducta seleccionada: Persecución a alta velocidad, impulsada por la vista (no por olfato).
    • Particularidad: Sistema visual especializado y reflejos extremadamente rápidos.
    • Curiosidad: En estudios de comportamiento comparativo, son de los más sensibles al movimiento visual lateral.

    Terriers (Jack Russell, Parson, Fox Terrier, etc.)

    • Función original: Caza de presas pequeñas bajo tierra (ratas, zorros).
    • Conducta seleccionada: Búsqueda activa, persecución, captura y, en algunos casos, muerte.
    • Particularidad: Impulso muy intenso, difícil de inhibir sin trabajo específico.

    Malinois, Pastor Alemán, Pastor Holandés

    • Función original: Trabajo de protección, pastoreo, obediencia utilitaria.
    • Conducta seleccionada: Persecución rápida, agarre controlado, fuerte motivación operante.
    • Particularidad: Este impulso se aprovecha mucho en deportes como IGP, ring francés, mondioring o detección operativa.

    Pointers, Setters y Spaniels de caza

    • Función original: Localizar, fijar y levantar presas para el cazador.
    • Conducta seleccionada: Búsqueda olfativa, señalización (en pointing), y en algunos, persecución controlada.
    • Particularidad: El impulso se combina con un fuerte control inhibitorio entrenable.

    Bases genéticas del instinto de presa

    Investigaciones recientes han identificado polimorfismos genéticos asociados con la intensidad del comportamiento predatorio. Los genes relacionados con la síntesis de dopamina y serotonina muestran variaciones significativas entre razas con diferentes niveles de instinto de caza.

    Aunque la raza es un predictor importante, el impulso de persecución varía también a nivel individual. Algunos mestizos, sin pertenecer a ninguna raza con función cinegética o pastoril, pueden presentar un prey drive muy elevado.

    Esto se debe a que este comportamiento tiene una base genética poligénica y compleja, y no es exclusivo de ninguna raza. Como indica el estudio de Morrill et al. (2022), la raza explica solo una parte de la variabilidad conductual, y hay que valorar a cada perro individualmente.

    Una necesidad emocional: implicaciones en el bienestar canino

    Desde el punto de vista del Modelo de los Cinco Dominios del Bienestar Animal (Mellor et al., 2020), la persecución entra dentro del dominio de las interacciones conductuales y del estado mental positivo. Perseguir no solo responde a una necesidad biológica, sino también emocional. Es una forma de expresión natural que permite a los perros experimentar control, libertad de movimiento, satisfacción sensorial y activación emocional.

    Restringir de forma sistemática la posibilidad de expresar esta conducta puede generar frustración, estrés o incluso la aparición de conductas redirigidas o compulsivas.

    Persecución ≠ agresión: una aclaración clave

    Es importante entender que la conducta de persecución no implica necesariamente agresión. Muchos perros disfrutan persiguiendo objetos en movimiento sin intención de dañar. Confundir impulso de presa con agresividad puede llevar a interpretaciones erróneas y a intervenciones inapropiadas. El contexto, el aprendizaje y la socialización son determinantes clave para modular esta conducta.

    ¿Cómo canalizar este impulso de forma saludable?

    Uno de los grandes desafíos en el manejo del comportamiento de persecución es que se trata de una conducta intrínsecamente reforzante: el acto mismo de perseguir ya es placentero para el perro. Como explican Berridge y Robinson (1998), las conductas motivadas por sistemas dopaminérgicos relacionados con la supervivencia no necesitan refuerzo externo: el sistema de recompensa se activa de forma endógena.

    Esto significa que intentar “competir” con un trozo de comida o una caricia cuando el perro está en plena secuencia predatoria suele fracasar: el nivel de activación neuronal y emocional que implica la persecución es, en ese instante, mucho mayor que el valor de cualquier reforzador externo ordinario.

    Prevención activa: evitar que la conducta se refuerce a sí misma

    • El primer paso es evitar que el perro pueda practicar la conducta en entornos no deseados. Si persigue, se refuerza. Por tanto, se necesita gestión ambiental: correa larga, vallados, líneas de vida, espacios controlados.
    • Esto no es supresión, sino prevención del refuerzo autoadministrado, como ocurre en cualquier conducta adictiva o altamente gratificante (Panksepp, 2004).

    Conductas incompatibles y señalización temprana

    • El objetivo no es bloquear, sino reemplazar. Se entrenan conductas alternativas (como una llamada altamente condicionada o un “mírame”) que se aplican antes de que la persecución se dispare o en sus primeras fases.
    • La clave está en leer los indicadores previos (tensión corporal, fijación, inmovilidad) y anticiparse, ofreciendo al perro un plan B igual de claro y reforzado.
    • Estas conductas deben haberse practicado previamente en entornos de baja estimulación.

    Convertir la persecución en reforzador funcional

    • Una de las estrategias más potentes del programa Hunting Together es usar la persecución como refuerzo.
    • Por ejemplo: el perro mira al guía → recibe una señal → se le permite perseguir un juguete controlado o correr tras una cuerda de arrastre.
    • Esto transforma la dinámica: la conducta deseada se convierte en la vía para acceder a la experiencia motivacional más potente para ese individuo.

    No compitas con el sistema de recompensa: coopera con él

    Este enfoque no solo es respetuoso con el perro, sino que se alinea con los principios del aprendizaje y la neurobiología motivacional. Como profesionales, debemos entender que algunas conductas no pueden simplemente «reemplazarse con refuerzos externos» si no se ha considerado su valor biológico, funcional y emocional.

    Por eso, como señala Simone Mueller, el éxito no está en prohibir la persecución, sino en rediseñar las condiciones para canalizarla, prevenir su práctica indeseada y ofrecer vías funcionales, seguras y emocionalmente satisfactorias para expresarla.

    Es esencial comprender que el impulso de persecución no debe simplemente reprimirse, sino redirigirse y canalizarse de forma funcional:

    • Actividades como juegos de flirt pole, chase games controlados, o ejercicios de mantrailing permiten satisfacer esta necesidad.
    • En algunos casos, pueden diseñarse secuencias de entrenamiento que utilicen el impulso de presa como reforzador natural.
    • Evaluar la motivación individual del perro permite adaptar el entorno y las rutinas para optimizar su bienestar.

    📘 Simone Mueller y el enfoque Hunting Together: la educadora canina y autora Simone Mueller, en su enfoque Hunting Together (Mueller, 2020), propone una vía respetuosa, efectiva y basada en neurociencia para trabajar este tipo de conductas.

    Conclusión: una conducta natural, necesaria y placentera

    La conducta de persecución en perros no es un problema a eliminar, sino una expresión conductual profundamente arraigada y asociada con mecanismos cerebrales de recompensa y bienestar. Entender su origen, función y base neurobiológica permite diseñar estrategias educativas respetuosas y efectivas, alineadas con las necesidades emocionales y etológicas de cada perro..

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    Referencias científicas

    • Berridge, K. C., & Robinson, T. E. (1998). What is the role of dopamine in reward: Hedonic impact, reward learning, or incentive salience? Brain Research Reviews, 28(3), 309–369. https://doi.org/10.1016/S0165-0173(98)00019-8
    • Coppinger, R., & Coppinger, L. (2001). Dogs: A Startling New Understanding of Canine Origin, Behavior & Evolution. New York: Scribner.
    • Lorenz, K. (1950). The comparative method in studying innate behavior patterns. Symposia of the Society for Experimental Biology, 4, 221–268.
    • Mellor, D. J., Beausoleil, N. J., Littlewood, K. E., McLean, A. N., McGreevy, P. D., Jones, B., & Wilkins, C. (2020). The 2020 Five Domains Model: Including Human–Animal Interactions in Assessments of Animal Welfare. Animals, 10(10), 1870. https://doi.org/10.3390/ani10101870
    • Morrill, K., Hekman, J., Li, X., McClure, J., Logan, B., Goodman, L., … & Karlsson, E. K. (2022). Ancestry-inclusive dog genomics challenges popular breed stereotypes. Science, 376(6592), eabk0639. https://doi.org/10.1126/science.abk0639
    • Panksepp, J. (2004). Affective Neuroscience: The Foundations of Human and Animal Emotions. Oxford University Press.
    • Udell, M. A. R., & Wynne, C. D. L. (2008). A review of domestic dogs’ (Canis familiaris) human-like behaviors: Or why behavior analysts should stop worrying and love their dogs. Journal of the Experimental Analysis of Behavior, 89(2), 247–261. https://doi.org/10.1901/jeab.2008.89-247

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