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Mito: las madres perrunas usan la fuerza para educar los cachorros – La verdad según la ciencia

    La “corrección natural”: diferencias entre castigos humanos y señales maternas

    Uno de los mitos más extendidos en el mundo del adiestramiento canino es la creencia de que las madres perrunas educan a sus cachorros mediante la fuerza, reprimiéndolos con mordiscos, gruñidos y sometimiento físico. Esta idea ha servido de justificación para métodos aversivos en la educación de los perros, con la afirmación de que el castigo físico es «natural» y forma parte del aprendizaje instintivo de los perros. Sin embargo, la evidencia científica desmiente esta concepción y ofrece una visión mucho más compleja y matizada sobre la relación entre las madres y sus crías.

    Origen del mito

    Este mito tiene su raíz en observaciones superficiales del comportamiento de las madres perrunas con sus camadas. En ocasiones, se ha interpretado erróneamente que cuando una madre aparta a un cachorro o le gruñe está «castigándolo» o «corrigiéndolo» de manera violenta. Además, durante mucho tiempo, la teoría de la dominancia y la jerarquía ha permeado la forma en que se entiende el comportamiento canino, llevando a la suposición de que los perros deben ser sometidos para aprender límites.

    En el mundo del adiestramiento canino, los llamados «entrenadores balanceados» defienden el uso combinado de refuerzos positivos junto con castigos basados en el dolor o el miedo, argumentando que herramientas como collares de pinchos, collares de descarga eléctrica o tirones de correa imitan la forma en que las madres corrigen a sus cachorros. Sostienen que, dado que las madres a veces gruñen o realizan «mordiscos de advertencia», el uso de la fuerza es simplemente «hablar su idioma». Sin embargo, esta afirmación carece de respaldo científico y también falla en su lógica.

    Lo que realmente nos dice la ciencia

    Los estudios etológicos sobre el comportamiento materno en los perros muestran que las madres no educan a sus cachorros mediante la fuerza, sino a través de la comunicación, la regulación emocional y el aprendizaje social. Algunas de las formas en que las madres interactúan con sus cachorros incluyen:

    • Lamer y acicalar: desde el nacimiento, las madres utilizan el lamido para estimular la eliminación y la circulación de los cachorros, pero también como una forma de regulación emocional y refuerzo positivo.
    • Interrupción de comportamientos inadecuados: si un cachorro muerde demasiado fuerte a un hermano o se sobreexcita, la madre puede intervenir colocándose entre ellos o retirándose, enseñando así autorregulación.
    • Control del acceso al recurso materno: la madre puede modificar su postura o moverse para enseñar a los cachorros a controlar sus impulsos y respetar turnos.
    • Juego y modelado social: los cachorros aprenden a través del juego y la imitación. Observan a su madre y a sus hermanos para entender cómo interactuar adecuadamente con otros individuos.

    En ningún estudio serio se ha observado que las madres utilicen castigos físicos como el sometimiento o los mordiscos severos como herramienta de enseñanza.

    Además, los perros evitan los conflictos físicos siempre que sea posible. Utilizan su lenguaje corporal, vocalizaciones y el manejo del espacio para comunicarse y resolver tensiones sin recurrir a la violencia. Esta tendencia a evitar los conflictos no es una cuestión de sumisión, sino una estrategia de supervivencia basada en el equilibrio entre costos y beneficios. Involucrarse en una confrontación física innecesaria podría resultar en heridas o desgaste energético que reduzcan sus oportunidades de supervivencia y éxito reproductivo.

    Cuando una madre interviene con sus cachorros, lo hace de manera breve, controlada y sin causar daño. No es ecomparable con los repetidos episodios de dolor que produce una corrección con collar de pinchos o un collar eléctrico.

    El impacto del castigo en el aprendizaje y el bienestar del perro

    Los métodos aversivos basados en la supuesta «educación natural» de las madres pueden generar consecuencias negativas para el bienestar de los perros.

    Estudios han demostrado que los perros entrenados con métodos aversivos presentan mayores niveles de estrés, comportamientos basados en el miedo y un incremento del riesgo de reacciones agresivas. En lugar de favorecer el aprendizaje, estas técnicas lo inhiben, suprimiendo la conducta a través del miedo.

    Además del impacto emocional y fisiológico, el uso de métodos aversivos también daña el vínculo entre el perro y su tutor. Los estudios muestran que los perros sometidos a entrenamientos basados en la coerción desarrollan una menor confianza en sus tutores, lo que puede llevar a una relación basada en el miedo y la evitación en lugar de la cooperación y el entendimiento mutuo.

    Por otro lado, los tutores pocas veces utilizan correctamente las herramientas de los adiestradores tradicionales. En la mayoría de los casos, las correcciones son mal aplicadas, inconsistentes o demasiado intensas, generando confusión en el perro y aumentando el riesgo de estrés crónico y respuestas agresivas. Los perros corregidos con dolor no están aprendiendo una lección, solo intentan evitar el siguiente castigo.

    Cuando los humanos imponen correcciones basadas en el dolor o la intimidación, los perros no las interpretan como «consecuencias naturales». La investigación muestra que responden con un aumento de comportamientos relacionados con el estrés, evitación e incluso agresión defensiva. Esto contrasta fuertemente con la forma en que los cachorros responden a la guía materna, ya que los señales de la madre son breves, controladas y no amenazantes.

    Si los castigos realmente funcionaran como la comunicación natural entre perros, no observaríamos tantos efectos negativos. Sin embargo, los estudios demuestran repetidamente que los perros entrenados con fuerza son más ansiosos, menos comprometidos con el aprendizaje y tienen mayor propensión a reacciones agresivas.

    ¿Por qué se sigue promoviendo esta idea?

    Proporciona una justificación conveniente para el uso de métodos obsoletos que priorizan el control sobre la comunicación efectiva y respetuosa. Aunque el daño causado por estos métodos no siempre sea evidente de inmediato, las investigaciones muestran que puede derivar en estrés crónico, ansiedad y problemas de comportamiento que afectan el bienestar del perro mucho después de que la sesión de entrenamiento haya terminado. Además, en un gran porcentaje de casos, la conducta que se busca eliminar mediante castigo vuelve a aparecer. Esto ocurre porque el castigo no enseña al perro qué hacer en su lugar, solo suprime momentáneamente la respuesta. Sin una alternativa adecuada y reforzada positivamente, el perro terminará repitiendo la conducta no deseada cuando el castigo no esté presente o cuando su estrés y frustración sean demasiado altos para inhibirla.

    La idea de que las madres educan a sus cachorros mediante la fuerza es un mito que ha sido desacreditado por la ciencia. En realidad, las madres caninas utilizan estrategias de comunicación, regulación social y aprendizaje cooperativo para enseñar a sus crías, sin recurrir a la violencia. Comprender la verdadera naturaleza del aprendizaje canino permite mejorar la educación y bienestar de nuestros perros, promoviendo métodos basados en la ciencia y el respeto mutuo.

    Si te interesa profundizar en los estudios científicos que desmienten los métodos aversivos y aprender cómo educar de forma respetuosa y basada en evidencia, en El Club Canino Científico recopilamos y analizamos los últimos avances en comportamiento canino para que tomes decisiones informadas y responsables. ¡Te esperamos!

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