Referencia social : cómo tu lenguaje corporal afecta a tu perro
La vida cotidiana de los perros está llena de estímulos ambiguos: objetos que hacen ruidos extraños, situaciones nuevas, personas desconocidas o entornos cambiantes. Ante lo incierto, los humanos tendemos a buscar señales en los demás para interpretar si algo es seguro o peligroso. Este fenómeno, conocido como social Referencing, referenciación social o referencia social, ha sido ampliamente estudiado en bebés humanos, pero solo recientemente se ha empezado a explorar en perros.
El estudio de Merola, Prato-Previde y Marshall-Pescini (2012) investigó si los perros domésticos recurren a sus cuidadores como fuente de información emocional frente a un estímulo ambiguo: un ventilador en funcionamiento. Los resultados mostraron que muchos perros no solo observaban a su tutor tras mirar el objeto desconocido, sino que también ajustaban su conducta en función del tono emocional (positivo o negativo) que éste expresaba, y del comportamiento observado (acercamiento o evitación).
Este hallazgo sugiere que los perros, al igual que los bebés humanos, interpretan nuestras señales emocionales y actúan en consecuencia, lo cual tiene importantes implicaciones para la convivencia y el bienestar animal. Aquí te lo cuento en detalle.
¿Por qué tu perro te mira cuando no sabe qué hacer? La ciencia tiene la respuesta y esta en la referencia social
El objetivo de este estudio fue evaluar si los perros domésticos muestran referenciación social o referencia social, es decir, si buscan e interpretan las reacciones de sus cuidadores ante situaciones ambiguas para guiar su conducta (Feinman, 1982). Dado que no había estudios previos en perros sobre este tema, se abordaron progresivamente los componentes: mirada referencial, regulación conductual por emociones del tutor y condicionamiento observacional.
El 83 % de los perros mostró mirada referencial, es decir, miraron primero al objeto ambiguo (un ventilador) y luego al tutor (Russell et al., 1997), sobre todo los que reaccionaron con inseguridad. La mayoría alternó la mirada entre el objeto y el cuidador, lo que indica que no sólo buscaban consuelo, sino también información. Estudios anteriores han demostrado que los perros usan estas conductas para comunicarse en situaciones problemáticas (Hare et al., 1998; Miklósi et al., 2000, 2005; Gaunet, 2008, 2010; Marshall-Pescini et al., 2009). A diferencia de estas situaciones, en este estudio no parece que los perros miraran para pedir el objeto, lo que sugiere otra motivación. Aunque esto no demuestra que se trate de una conducta protodeclarativa (Liszkowski et al., 2004), es decir que sea una forma de comunicación en la que el individuo no sólo señala algo para pedir o conseguir algo, sino que lo hace para compartir información o llamar la atención sobre algo con el fin de comunicar o “declarar” algo a otra persona, sí apoya la idea de que los perros buscan y siguen la mirada del humano ante lo desconocido.
Comparado con otras especies, los perros se comportaron más como los chimpancés criados por humanos (Russell et al., 1997) y los bebés humanos (Baldwin & Moses, 1996) que como macacos (Roberts et al., 2008) o chimpancés criados por sus madres (Tomonaga et al., 2004). Esta similitud podría estar relacionada con el vínculo de apego que los perros desarrollan con sus cuidadores, quienes actúan como una base segura (Topál et al., 1998; Prato-Previde et al., 2003; Palmer & Custance, 2008; Bard, 1991).
El concepto de enculturación, usado para referirse a primates criados en entornos humanos (Call & Tomasello, 1996), también puede aplicarse a los perros. En estos casos, la interacción constante con humanos parece influir en su cognición social (Furlong et al., 2008; Carpenter & Tomasello, 1995; Hare et al., 2002; Miklósi et al., 2003; Reid, 2009; Udell et al., 2008). Aún queda por investigar si los lobos enculturados mostrarían una conducta similar.
Respecto a la regulación de conducta, se observó que los perros modificaron su comportamiento según el tono emocional del tutor. En la fase 2, los perros del grupo negativo se mostraron más estáticos (de pie, sentados o tumbados), similar a lo que ocurre en bebés humanos ante mensajes emocionales negativos (Zumbahlen & Crawley, 1996). Sin embargo, a diferencia de los estudios con bebés (Stenberg & Hagekull, 1997), el mensaje positivo no incrementó el acercamiento.
Aunque los perros pueden discriminar expresiones humanas (Horowitz, 2009; Vas et al., 2005; Nagasawa et al., 2011; Deputte & Doll, 2011; Ruffman & Morris-Trainor, 2011), la intensidad del mensaje vocal fue variable entre tutores, lo que también ocurre en estudios con bebés (Kim et al., 2010; Vaish & Striano, 2004). No obstante, esto no explica por completo el efecto moderado de la referencia social encontrado.
Una posibilidad es que el ventilador fuera demasiado atemorizante, lo cual inhibiera el acercamiento, pero esto parece improbable dado que varios perros se acercaron espontáneamente en fases posteriores.
En las fases 3 y 4, cuando el tutor mostró una conducta de acercamiento o evitación, los perros imitaron su comportamiento espacial: los del grupo positivo se acercaron al ventilador (incluso lo tocaron), y los del grupo negativo se alejaron más, especialmente cuando el tutor mostró miedo. Esto sugiere un condicionamiento observacional, aunque no se descartan otros mecanismos de aprendizaje social, como la realce local. Realce local (o local enhancement en inglés) es un mecanismo de aprendizaje social donde un individuo se siente atraído hacia un lugar o localización específica porque observa que otro individuo está allí o realiza una acción en ese lugar. Esto provoca que el observador dirija su atención y comportamiento hacia ese lugar, sin necesariamente imitar la acción exacta que vio. En otras palabras, no aprende la conducta completa, sino que el hecho de ver a otro individuo en un lugar concreto hace que quiera ir allí también.
El mayor contacto con el tutor en el grupo negativo podría deberse tanto a una mayor necesidad de seguridad como a la extrañeza de ver al cuidador actuar con miedo, algo poco habitual (Mumme et al., 1966).
Estos resultados coinciden con estudios previos que muestran que los perros pueden aprender observando a humanos en tareas de manipulación de objetos o resolución espacial (Kubinyi et al., 2003; Miller et al., 2009; Pongrácz et al., 2003, 2004), y que su conducta se ve influenciada por la presencia y acciones del humano (Prato-Previde et al., 2008; Marshall-Pescini et al., 2010).
En conclusión, este fue el primer estudio que muestra que los perros no sólo miran al humano para obtener algo (protoimperativo), sino también cuando enfrentan un objeto potencialmente amenazante, lo cual podría formar parte de un proceso más amplio de referenciación social.
Implicaciones prácticas de la referencia social para el día a día
Nuestros gestos y emociones importan más de lo que creemos
Si un perro se enfrenta a algo nuevo o desconcertante —como un paraguas abierto, un robot aspirador o una persona extraña— nuestra reacción influye en cómo él interpretará esa situación. Mostrar calma y curiosidad (en lugar de tensión o rechazo) puede ayudarle a afrontar lo nuevo con más seguridad.
Podemos ser una base segura… o una fuente de inseguridad
Al igual que en los vínculos de apego humano, los perros confían en nosotros como referencia emocional. Si reaccionamos con miedo, evitación o tensión, es probable que ellos también desarrollen respuestas de alerta o evitación ante ese estímulo.
Podemos modelar su conducta sin necesidad de comandos
Acercarnos a un objeto que les inquieta y tocarlo con actitud relajada puede tener más efecto que decir “no pasa nada”. La conducta observacional tiene un peso importante en la manera en que los perros aprenden a interpretar el entorno.
El miedo en los perros no siempre es «irracional»
A veces atribuimos al perro un miedo “sin sentido”, pero olvidamos que pudo haber aprendido a interpretar una situación como negativa observando nuestras microexpresiones, tono de voz o lenguaje corporal.
La calma se entrena… empezando por nosotros
Si queremos ayudar a nuestro perro a gestionar mejor el miedo o la incertidumbre, es clave entrenarnos también en autorregular nuestras propias emociones. El mensaje emocional que transmitimos va mucho más allá de lo verbal.
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